El Siglo de Oro español es el nombre que se da al periodo que abarca aproximadamente desde 1492 a 1659. La fecha de inicio es también la del final de la Reconquista, la del primer viaje de Cristóbal Colón a América y la de la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija, la primera en estudiar el castellano y fijar sus reglas; es también la primera de una lengua románica. 1659 marca el final del Siglo de Oro político, aunque como manifestación artística suele retrasarse la fecha a 1681, año de la muerte del escritor y dramaturgo Calderón de la Barca.
Durante este tiempo, España se hizo con un lugar relevante en el
escenario mundial al convertirse en una superpotencia política, especialmente durante los reinados de Carlos I y Felipe II, a lo largo del siglo XVI, y esto se refleja en algunas de las grandes contribuciones españolas a las humanidades. Nombres muy conocidos como Cervantes o Velázquez son solo algunos entre los que llevaron a España a alcanzar este estatus.
escenario mundial al convertirse en una superpotencia política, especialmente durante los reinados de Carlos I y Felipe II, a lo largo del siglo XVI, y esto se refleja en algunas de las grandes contribuciones españolas a las humanidades. Nombres muy conocidos como Cervantes o Velázquez son solo algunos entre los que llevaron a España a alcanzar este estatus.
Probablemente sea la literatura la disciplina artística del Siglo de Oro con un mayor número de representantes destacados. La literatura del siglo XVI está marcada por dos de las figuras más influyentes de la poesía española, Garcilaso de la Vega y San Juan de la Cruz. El primero contribuyó a la difusión del verso endecasílabo y las estrofas italianas en el castellano, con algunos de los sonetos más reconocidos de la historia de la literatura española. San Juan de la Cruz es, por su parte, considerado como la cumbre de la poesía mística en castellano, y su influencia ha trascendido las fronteras españolas.
También en el siglo XVI se publican dos obras en prosa que tendrán una importante repercusión en la literatura posterior: la Tragicomedia de Calisto y Melibea, publicada en torno a 1499, y que ha pasado a la posteridad como La Celestina, y La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, de 1554. La primera se ha considerado obra de Fernando de Rojas, aunque existen diferentes hipótesis al respecto, y es una novela dialogada con un fuerte componente de crítica social. Esta obra marca el paso definitivo de una sociedad medieval al renacimiento, y conoció un rotundo éxito a lo largo de todo el siglo XVI, pese a las críticas moralizantes de su contenido y a la censura inquisitorial que padeció. El Lazarillo de Tormes, por su parte, es una obra realista anónima que inaugura el género picaresco, caracterizada por una feroz crítica moral y de costumbres.
El siglo XVII trae consigo dos corrientes poéticas enfrentadas, el culteranismo de Luis de Góngora y el conceptismo de Francisco de Quevedo, que cultivaron versos de gran complejidad además de una extrema antipatía hacia el otro, a menudo recogida en sus poemas. Lope de Vega, amigo cercano de Quevedo, recupera las métricas populares y las mezcla con las cultas en sus obras teatrales. Este autor, inmensamente popular entre el público, y apodado Monstruo de la naturaleza por Cervantes a causa de su ingente producción, introduce una serie de innovaciones en el teatro que recoge en su tratado Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609).
Pero la figura más relevante de todo el siglo XVII es, sin duda, Miguel de Cervantes. El autor de la que con frecuencia se señala como la primera novela moderna, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), siempre quiso sobresalir como poeta y dramaturgo, pero consiguió la fama inmortal gracias a la prosa. Partiendo de una sátira de los libros de caballería, Cervantes se embarca en una crítica social y una exploración de la naturaleza humana en la que retrata el choque entre idealismo y realidad, y en la que exhibe su dominio del diálogo a través de las conversaciones entre don Quijote y Sancho.
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